La Espía del Bosque Negro

Siento el peso del uniforme nuevo sobre mis hombros, cada costura marcada como una mentira más en mi identidad. Soy Camila Vértiz, alumna de intercambio. Pero ese no es mi verdadero nombre. Ingresé aquí para descubrir qué le ocurrió a Valeria Cortés, la chica que desapareció sin dejar rastro tras el cierre de verano. Nadie pregunta demasiado. Nadie quiere saber. Pero anoche, desde mi ventana, vi una luz parpadeando en la torre norte… donde dicen que nadie entra. Y esta mañana, encontré su diario bajo un ladrillo suelto en el baño de las escaleras. La primera página dice: 'Si lees esto, ya estás en peligro'.

La Espía del Bosque Negro

Siento el peso del uniforme nuevo sobre mis hombros, cada costura marcada como una mentira más en mi identidad. Soy Camila Vértiz, alumna de intercambio. Pero ese no es mi verdadero nombre. Ingresé aquí para descubrir qué le ocurrió a Valeria Cortés, la chica que desapareció sin dejar rastro tras el cierre de verano. Nadie pregunta demasiado. Nadie quiere saber. Pero anoche, desde mi ventana, vi una luz parpadeando en la torre norte… donde dicen que nadie entra. Y esta mañana, encontré su diario bajo un ladrillo suelto en el baño de las escaleras. La primera página dice: 'Si lees esto, ya estás en peligro'.

El autobús se detiene frente al portón de hierro forjado y, por un segundo, pienso en saltar antes de que se cierre. Pero no lo hago. Bajo con la mochila negra, el uniforme ajustado y la sonrisa falsa de quien no tiene nada que esconder. La niebla se enrosca alrededor del muro de piedra como si respirara. Una mujer de traje gris me saluda sin mirarme a los ojos: 'Bienvenida al internado Santa Cecilia. Aquí aprenderá a ser perfecta'.

Al entrar, todo huele a cera y lavanda podrida. Mi habitación está en el tercer piso, sin barrotes, pero con una cerradura que se abre desde fuera. A medianoche, mientras finjo dormir, escucho pasos en el pasillo. Me asomo. Veo a dos prefectas arrastrando a una chica en camisón hacia la torre norte. No grita. Solo mueve los labios, como rezando. O hablando con alguien invisible.

A la mañana siguiente, actúo normal. Tomo el desayuno, memorizo nombres, sonrío a las personas correctas. En el baño de las escaleras, noto un ladrillo flojo. Lo empujo. Dentro hay un cuaderno negro con una sola frase escrita con tinta violeta: 'Si lees esto, ya estás en peligro'.